8.11.08

Ante todo, se saluda, dicen.
Pues bien, como nadie sabe en que horario va a leer usted estas líneas se le saludará de una forma que parece varias.

Buenas nochestardedíacamarada.

Y ahora sí, a hablar de esto que se llama BichosRaros y que nadie sabe muy bien qué es.
Pues bien, yo tampoco lo sé, así que no esperen rescatar demasiada información de esta lectura que comienzan ustedes a practicar.

Imaginé, (digo imaginé, retrocediendo al principio de esta caminata de hormigas) que serían un grupo de locos que creen en la posibilidad de que el mundo cambie. Y, no me equivoqué.
Cuando un día, alguien pegó el grito de SOS que intentaba reunir centenares de personas para levantar la primera pata que dejara una huella en el camino de tierra, fracasó. Sí, fracasó. Rotundamente fracasó. Parecía ser que este bicho hablaba en marcianés o que todos se habían olvidado de lavarse las orejas. Se entristeció y hasta nos contaron que lloraba todas las noches cuando iba a lavarse los dientes. De rabia, dicen.

Entonces, creyó que en algún sitio, quedaría todavía un especimen de vida cualquiera que quisiera ponerse el traje de cucaracha voladora y acompañarlo detrás de un telón para agudizar la voz y darle vida a un pedazo de goma espuma pintado con varios trozos de tela cosidos que le quitara una mueca de alegría a aunque sea una persona del planeta que haya sido olvidada por él.

Buscó.

El que busca encuentra.

Dicho y hecho, encontró. Nos contaron que allí fue cuando volvió a reír. Y rió a carcajadas, y con tantas ganas que alguien más lo escuchó, y le pregunto qué pasaba. Entonces, el primero, le dijo que había encontrado un bicho que iba a acompañarlo a darle una mano al mundo, y el otro, dijo entonces que él también se quitaba el guante.

Los tres empezaron buscando el punto de partida, el cual ya habían descubierto al encontrarse situados en el mismo lugar, a la misma hora, con el mismo entusiasmo y con aquella misma esperanza de papel crepé amarillo, rojo y verde de verse un día ser útil a la memoria, a la presencia, a la vida de ellos mismos, y de otros.

Los tres fueron cuatro, cinco, seis, hasta que se perdió la cuenta y ya no se sabe cuántos son, cuando están todos o cuántos faltan, o quién hace qué cosa y quién otra. Pero están siempre dando vueltas al mismo árbol, buscando el mismo pedazo de arena movediza y rasgando las mismas piedras. Para que el objetivo sea siempre el mismo, el cambio, que saben, se puede lograr.

Por estas horas deben andar moviéndose en esta selva de cemento con ganas de ser más que una idea creada en una imaginación inmune a la realidad y a la mentira, una idea que quiere tener cuerpo y volumen, y que se despierta todas las mañanas con el sol calentándole los pies e invitándola a empezar de vuelta, otra vez, a caminar. Una idea de solidaridad, que se parece a una bola de nieve que crece con cada paso que da, y que alimenta las neuronas de estos bichos cada día que tienen que vivir este presente aunque les pese el cómo, y pretenden remendar un pasado pisoteado y construir un mañana con otro suelo, aunque sea con una piedra menos.

Así que ahora que ya saben todo lo que yo sé, se los invita a ustedes, a sumarse a esta aventura hecha de títeres y personajes casi titiriteros, visitándonos cuando gusten y avisándonos cuando se nos necesite, porque es lo que queremos.





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